¿Cómo predicaron los apóstoles?

¿Cómo predicaron los apóstoles?

Dr. Peter Masters

YA SE HA USADO varias veces la palabra “persuasivo” en el primer capítulo y esto pone de relieve un elemento crucial de la predicación que a menudo falta. La persuasión define y moldea un sermón evangelístico ya que es como el viento que dobla el árbol hacia una dirección particular, o como la sal que determina el sabor de la comida.

No estamos sugiriendo que los pecadores vienen a Cristo como consecuencia directa de los poderes de persuasión del predicador y de la fuerza de su argumento. La salvación es totalmente la obra del Espíritu; pero este hecho no debería llevarnos a la idea de que no es necesario hacer un esfuerzo para persuadir a la gente porque pensamos que Dios los despertará sin medios humanos.

Es evidente que los apóstoles creían que Dios usa medios —la predicación y la testificación de la Palabra como agentes externos— mientras que al mismo tiempo el Espíritu Santo obra en el corazón de forma interna, de manera que el oyente entiende las palabras predicadas.

Pablo insistió en que los predicadores deberían esforzarse por convencer a los que están perdidos tanto con advertencias como con súplicas amorosas, y que este llamado apremiante a creer debería extenderse indiscriminadamente a todos los pecadores en todo lugar. (Los textos que prueban estos enunciados bastante dogmáticos aparecen en las siguientes páginas).

La historia de la iglesia

         A veces en el curso de la historia de la Iglesia se ha perdido esta convicción de manera que la proclamación persuasiva se ha extinguido, lo que ha llevado a un severo declive espiritual. Pero, con el paso del tiempo, se ha despertado un periodo de convicción y de autoexamen y la predicación persuasiva ha sido reavivada. Un ejemplo de esto se ve al final del siglo XVIII, después de que el fervor del Gran Avivamiento hubo menguado, y las voces de George Whitefield y los hermanos Wesley hubieron callado. En aquel momento el evangelismo prácticamente desapareció y un desalentador hipercalvinismo asfixió muchas congregaciones. Sin embargo, pronto se escuchó a Andrew Fuller, quien llevó a predicadores de vuelta al auténtico calvinismo en las palabras de su bien conocido folleto: The Gospel Worthy of all Acceptation (El evangelio digno de toda aceptación). La batalla en aquel tiempo giraba en torno a la libre oferta del evangelio, junto con la pregunta de si Dios usa instrumentos humanos para alcanzar y persuadir a los perdidos; en realidad la batalla trataba acerca de la persuasión. Los que apoyaban la libre oferta y la instrumentalidad humana ganaron, y la bendición fluyó de nuevo en poder de conversión.

Pero predicadores capaces están de nuevo descuidando la persuasión. Muchos presentan los hechos del evangelio, a veces con fuertes exhortaciones, pero rara vez con palabras persuasivas. Como una vez lo expresó el Dr. Martyn Lloyd-Jones, solo “ondean la bandera”. Exponen generalidades del evangelio, pero no expresan el interés que Dios tiene por los que le oyen, o no usan argumentos que apoyen el evangelio o no suplican al que escucha a responder al evangelio. (Sabemos que muchos predicadores calvinistas sufren serias inhibiciones teológicas con respecto a instar a la gente a acudir a Cristo; un problema que trataremos en el capítulo siguiente).

Los apóstoles presentaban el evangelio de forma persuasiva

Los apóstoles no tuvieron ninguna inhibición en presentar el evangelio de una manera persuasiva, pues creían que la gente sería convencida mediante sus argumentos bíblicos y llamamientos, conforme el Espíritu Santo obrara. Se vieron a sí mismos como representantes de Dios con la comisión de mostrar el corazón y la mente de Dios hacia pecadores perdidos, por lo que clamaron: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”.

No se puede “rogar” de una forma desapasionada, y los apóstoles tampoco usaron el método de abrumar a los oyentes con la condenación de la ley, como algunos predicadores hacen: braman, gritan, ordenan y censuran de una manera hostil. Pablo, por el contrario, después de exponer el pecado y advertir de la condenación, ruega a sus oyentes a que se arrepientan, y usa el lenguaje de uno que los compadece. Los apóstoles mantuvieron viva la misma llama de la súplica persuasiva como los profetas de antaño, representando el corazón de Dios al igual que lo hizo Ezequiel cuando hizo su resonante llamamiento: “¿Por qué moriréis, casa de Israel? Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis”. Isaías suena con una nota idéntica en su: “Venid ahora, y razonemos” (LBLA). 

Jeremías también insistió en que sus oyentes pensaran. También Isaías “mueve” conciencias con argumentos.

Jeremías también insistió en que sus oyentes pensaran, pregun­tándoles reiteradamente por qué habían dejado a Jehová. También Isaías, en su parábola de la viña, “mueve” conciencias con argumentos gráficos. ¿Qué más podría haber hecho Dios por ellos? ¿Por qué tomaron una actitud hostil contra Él? ¿Podían dar alguna razón de su rechazo? ¿Por qué preferían desdeñarlo antes que obedecerle y recibir las bendiciones prometidas? ¿Por qué elegían la destrucción? ¿Qué falta habían encontrado en Él? Tal desafiante predicación no era severa ni hipercrítica, pues esos predicadores insistían y advertían con toda la sinceridad que podían reunir, y con todo el sentimiento que poseían. ¿Predicamos de esta manera? Esto no es lo mismo que utilizar técnicas manipulativas, ya sean “tragedias” o arrebatos   de vehemencia sentimentalmente discordante. No se trata de pedir que todos inclinen la cabeza en silencio y oren mientras susurramos sentimientos emotivos en el micrófono.

La predicación persuasiva

Un estilo de predicación persuasivo dirige argumentos espirituales del evangelio a la mente racional, con gran sentimiento, sí, pero no con un sentimentalismo artificial y teatrero. Miramos al ejemplo apostólico, porque su estilo debería resolver cualquier duda acerca del enfoque a adoptar. ¿Es correcto utilizar el razonamiento, “luchar con las almas” (un término puritano), reconvenir, llamar, instar y suplicar? Algunos dicen que no, pero la narración de Hechos nos muestra una historia diferente.

En Hechos 17:17 se dice de Pablo: “Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concu­rrían”. La palabra traducida como “discutía” significa literalmente que Pablo presentaba argumentos y ponía un caso frente al otro a medida que razonaba con ellos. Utilizaba líneas de razonamiento ligeramente diferentes según los diferentes tipos de oyentes (como lo reconoce en 1 Corintios 9), aunque nunca utilizó ideas de la filosofía secular (1 Corintios 2:4). Por ejemplo, cuando se dirigía a los judíos, Pablo enfatizaba su rechazo del Mesías prometido, y les probaba que estaban actuando en contra de las claras profecías de la Escritura. A veces parece que Pablo se consideraba a sí mismo como un abogado de Cristo, con un caso que defender y un jurado por convencer.

Discutir no implica un diálogo literal o una discusión, sino que más bien describe el estilo de la predicación del apóstol y la manera en que exponía la desesperanza de las opiniones mundanas, y las contrastaba con la superioridad del la salvación. Por ejemplo, Pablo tal vez exponía las consecuencias del estilo de vida del incrédulo y las comparaba con el glorioso resultado de creer en Cristo. Mediante esta técnica “argumentativa” insistía a la gente a que pensara y sopesara asuntos eternos. Pablo no se dedicaba a vociferar y a quejarse en un tono elevado, como algunos hacen hoy en día, “disparando” hechos del evangelio como una ametralladora a sus oyentes.

En Hechos 18:13 el apóstol utilozó argumentos persuasivos

En Hechos 18:13 el apóstol fue directamente acusado de utilizar argumentos persuasivos, un cargo del que se declaró culpable. Lo llevaron a la corte del procónsul romano en Corinto con esta acusación: “Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley”. La palabra persuade proviene de un término griego compuesto que indica algo repetido o de un carácter intenso. Los líderes judíos estaban enormemente preocupados por los argumentos contundentes y el llamamiento inteligente del enfoque de Pablo.

Pablo no estaba solo en esto, pues Hechos 18:28 registra que Apolos siguió el mismo método. El versículo dice: “con gran vehemencia convencía públicamente á los Judíos” (RV 1909). La palabra “vehemencia” se traduce de la palabra griega utilizada para decir “bien extendido”. Cuando la palabra se aplica a la presentación de un mensaje indica que el caso estaba fuertemente conectado, y cada aspecto había sido probado.

En el mismo versículo la palabra traducida “convencía” significa “probado por completo”. En otras palabras, Apolos probó a los judíos que Jesús era el Cristo y que solo había un único camino admisible a seguir. El Apolos de nuestros días es aquel predicador que tiene la resolución de que cuando sus oyentes salgan de la iglesia, después del culto, no haya nada que puedan decir a favor de vivir para este mundo vano y pasajero.

Pablo discutíapersuadía acerca del reino de Dios.

La narrativa de Lucas en Hechos 19:8-9 enfatiza una vez más el punto al describir el ministerio de Pablo a los gentiles en Éfeso: “Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios. Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno”. Sin duda Pablo reveló a aquellos que no eran salvos su verdadera condición, y lo contrastó con la fe y experiencia de los cristianos. Puso un caso frente al otro; una situación frente a la otra.

En Hechos 20:31 Pablo recordó a los ancianos de Éfeso su estilo de predicación diciendo: “Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno”. La palabra griega traducida amonestarsignifica advertir y exhortar el intelecto, lo que muestra que el apóstol hacía que sus oyentes se dieran cuenta de la trascendencia de sus acciones si permanecían sin perdón de pecados y sin convertir. No solo predicaba la cruz, sino que también procedió a “luchar” con corazones obstinados. Mientras que algunos de estos versículos son repetitivos, juntos prueban sin lugar a dudas que la práctica de la persuasión y el esforzarse por las almas fue el sello de los primeros predicadores cristianos.

Hechos 24:25 recoge la extraordinaria ocasión en la que Pablo convirtió el banquillo de los acusados en un púlpito para desafiar el corazón de un procurador romano. Lucas describe la presentación característica de Pablo con estas palabras: “Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré”. Pablo disertó (el griego se podría traducir como disputó), y mostró la locura del estilo de vida del incrédulo de una forma tan poderosa que Félix se quedó temblando, y aunque no hubo una obra aparente de gracia para salvación en el corazón del gobernante, a un nivel humano fue profundamente consciente de lo irrazonable de su posición ante los ojos de Dios. Esto no se consiguió mediante gritos, sino mediante una presentación persuasiva de la verdad.

En el capítulo final de Hechos (versículo 23) todavía se ve al incorregible apóstol persuadiendo, discutiendo, disertando y suplicando hasta el final de su ministerio. Nunca se relajó o modificó su enfoque. Note el modo en que Lucas describe la apasionada súplica del anciano apóstol: “Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas”.

Pablo describe su predicación en sus epístolas diciendo en 2 Corintios 5:11: “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias”. De nuevo la palabra persuadir significa convencer mediante la argumentación. Hay una gran diferencia entre simplemente exponer un caso y convencer a la gente. Hemos mencionado en otro lugar las palabras de Pablo en 2 Corintios 5:20, donde se describe a sí mismo como un embajador de Cristo o representante, suplicando y rogando a los pecadores a venir a Cristo.

Los predicadores que Dios usó en la reforma y avivamientos

Cuando consideramos a los predicadores que Dios usó tan grandemente en los tiempos de reforma y reavivamiento, nos damos cuenta que ellos también emplearon esta manera directa y persuasiva. Por las obras del puritano Richard Baxter vemos que sus sermones finalizaban frecuentemente con numerosas razones convincentes de por qué un pecador debería arrepentirse de sus pecados y venir a Cristo.

Para estos predicadores la presentación escueta de los hechos del evangelio no era suficiente. No decían simplemente: “Eres un pecador y necesitas un Salvador”, sino que lo explicaban y lo probaban a la gente, de manera que respondían en efecto a preguntas tales como: ¿Qué es el pecado? ¿Por qué está mal el pecado? ¿Por qué debería ser castigado por el pecado? ¿Por qué Dios no me perdonaría sin una expiación? ¿Quién es este Salvador? ¿Por qué Él es el único camino? ¿Cómo es que este mundo es vano y por qué está condenado? Si los predicadores de la época de Baxter (una época religiosa) necesitaban convencer a los oyentes con hechos desafiantes, cuánto más debemos hacerlo nosotros en una época irreligiosa. 

Spurgeon incluía un razo­namiento evangelístico con raíces en los razonamientos del Antiguo Testamento

Muchos sermones evangelísticos de Spurgeon incluían un razo­namiento “baxteriano”, el cual tenía en última instancia sus raíces, como hemos señalado, en los razonamientos del Antiguo Testamento tales como “¿Por qué moriréis, casa de Israel?”. Spurgeon exclama: “¿Por qué preferimos el pecado a Dios?”. El gran ¿Por qué? aparece en muchos sermones y contextos diferentes. ¿Por qué preferís morir? ¿Por qué es mejor perecer lejos de Cristo? ¿Por qué se prefiere más la infelicidad de la vida carnal y pecaminosa que las bendiciones de la salvación? ¿Por qué rechazar al Salvador quien es el único camino para el perdón y la vida?

La predicación: un medio efectivo para  advertencia y persuasión suplicante

Para los predicadores es especialmente alentador recordar que la predicación es un medio excepcionalmente efectivo para la advertencia y la persuasión suplicante. Si lo comparamos con la conversación personal (e incluso con la literatura escrita), la predicación tiene unas ventajas extraordinarias ya que combina un elemento impersonal con otro sumamente personal. El predicador puede decir cosas que solo unos pocos se atreverían a decir al testificar en una conversación personal, a menos que tuvieran una relación estrecha con el que oye; y esto es debido a que la predicación puede poner el dedo en la llaga, exponer el más feo de los pecados y dejar al descubierto los motivos más impuros del corazón. Y sin embargo, al mismo tiempo, puede suplicar con una gran preocupación y anhelo. La predicación puede conseguir todo esto porque el mensaje que es potencialmente ofensivo e invasivo se predica a una multitud, de manera que se evita la posibilidad de ofender y lastimar a los individuos en particular.

La predicación puede hablar del orgullo, el egoísmo, la codicia, la falsedad y la lujuria con un poder escrutador y convincente. El evangelismo personal rara vez puede hacer esto. La predicación también puede rogar directamente con un grado de ternura y urgencia que a menudo es imposible lograr en la conversación personal. El evangelismo personal y la predicación obviamente deben trabajar juntas para alcanzar a los que están perdidos, pero es el predicador el que goza de un acceso único a las mentes y a los corazones de las personas. El predicador puede que no conozca a ninguno de los que están presentes de entre la multitud y, sin embargo, puede acercarse a cada uno de ellos incluso más que un amigo íntimo porque la predicación es el ejercicio más impersonal y, aun así, el más personal que se pueda imaginar.

Dios puede usar la predicación para traer a la gente bajo una profunda convicción de pecado

Todo esto significa que Dios puede usar la predicación para traer a la gente bajo una profunda convicción de pecado porque conlleva un poder suplicante y nos hace estar interesados y atentos. También deja claro a los oyentes que hay un componente indispensable en la salvación, concretamente, un arrepentimiento verdadero. Esto ahuyenta al que está buscando a Dios de una manera superficial y que no está convencido de su pecado y echa para atrás a los hipócritas. Pablo lo llama “el tropiezo de la cruz”. El sistema de evangelismo basado en estudios bíblicos en casa no contiene esto normalmente. Las iglesias que no tienen una predicación evangelística, sino que confían exclusivamente en los métodos “informales” para tocar almas, bien pueden ver personas que se salven, aunque también obtendrán muchos convertidos falsos. Un ministerio de predicación evangelística constante salvaguarda esto porque se presentan las verdades que convencen de pecado de manera más eficaz, lo que hace que el evangelio tenga un olor tanto de vida como de muerte. Mediante la predicación la puerta de la misericordia se abre ampliamente, pero el umbral del arrepentimiento sincero obstaculiza el camino a los oyentes poco serios.

En resumen, extraemos tres aspectos principales del estilo de predicación de los apóstoles.

  1. Predicaban sermones evangelísticosdistintivos o dedicados.
  2. Sin embargo, no solo presentaban los hechos: empleaban argumentos y explicaciones muy fuertes.
  3. Después procedían a insistir y rogar a sus oyentes a que se arrepintieran y a que descansaran por completo en el Señor buscando perdón de pecados y vida nueva, y esto lo hacían con gran anhelo, sentimiento y también con advertencias compasivas. El predicador continúa llamado a hacer todas estas cosas.