¿Cómo puedo estar seguro de que Dios existe?

Todos comenzamos con un conocimiento intuitivo de la existencia de Dios porque esto forma parte de la constitución humana. Este conocimiento bien pude quedar enterrado bajo las complejidades de la vida, y surgir solo en momentos de gran necesidad y temor, que es cuando la mayoría de las personas sienten la necesidad de orar. Esto ocurre a soldados en las trincheras, pilotos en combate aéreo, marineros en barcos que se están hundiendo, pacientes antes de una cirugía muy importante, y en muchas otras circunstancias extremas. Sin embargo, un conocimiento intuitivo de Dios no responde a la pregunta ¿Cómo puedo estar seguro de que hay un Dios? La pregunta pide certeza. Aquí se presentan algunas sugerencias para considerar este asunto fundamental. Deberíamos preguntar lo siguiente: ¿Cómo explico el hecho de que existo? ¿Cómo explico el mundo que me rodea y el universo? ¿Existe un propósito en ellos? Obviamente, si Dios no existe, no existe ningún propósito o significado en absoluto, y la vida humana no tiene un significado e importancia duraderos. Existimos solo para sobrevivir, reproducirnos y agradarnos a nosotros mismos.

          ¿Cómo explico la complejidad de la vida? ¿Realmente puedo no hacerle caso y considerar todo como un accidente extraordinario que ocurrió hace millones de años? ¿Puedo estar de acuerdo con las teorías tan debatidas (y siempre cambiantes) de cómo empezó todo? ¿De verdad puedo creer que todo el orden en la naturaleza, los ciclos de la vida, los asombrosos sistemas y otros signos que indican la existencia de un gran diseñador detrás del universo pueden ser explicados por pura casualidad? Todos los científicos están de acuerdo en que la naturaleza parece como si hubiera sido designada.

          Ahora sabemos que un sorprendente e insondable despliegue de complejas reacciones químicas tendrían que haber ocurrido al mismo tiempo, y además en un orden perfecto, para que sustancias no vivas se convirtieran en el organismo vivo más simple ¿Podemos concebir que tal cosa tan imposible pudiera ocurrir por puro accidente?

          ¿Puedo creer que en algún momento en el pasado, muchos componentes sofisticados se unieron espontáneamente, en perfecta sincronización, con el fin de crear una célula viva? Y si puedo creer eso, ¿puedo creer también que esta primera célula viva pudo de algún modo, sin ser ayudada ni guiada por una influencia inteligente, dar lugar a la vida tal como la conocemos hoy en día?

          Considere la asombrosa complejidad del cuerpo humano. Piense también en nuestra composición enormemente delicada y profunda.

          Después considere la belleza extraordinaria de tantas cosas, una belleza que a menudo va más allá del alcance de la visión humana. El microscopio muestra, por ejemplo, que cada copo de nieve es excepcionalmente diferente, cada uno semejante a una joya exótica original compleja y detalladamente diseñada. ¿Es esto producto del orden o del caos? ¿Del diseño o accidente?

          Sabemos que en la vida cotidiana los accidentes y las casualidades conllevan invariablemente a la confusión y al desorden. ¿Se supone que creamos que un accidente sin sentido estableció orden, diseño y una organización compleja y detallada? Desde luego se requiere mucha, mucha más fe —una fe ciega— para creer en un accidente que para creer en un Creador, un diseñador detrás del universo.

          Pero existe otra línea de razonamiento bastante diferente en  la que nos deberíamos embarcar, y es esta: ¿Cómo explicamos el comportamiento de la raza humana? ¿Cómo podemos explicarnos nosotros mismos? ¡Qué ser tan extraño y único es el hombre! Los animales están gobernados por instintos e impulsos, pero nosotros somos absolutamente únicos, mil veces más elevados, dotados con el poder de la razón y de la creatividad, y provistos del poder del lenguaje. ¡Todas estas son facultades que aparecen, exclusivamente, en criaturas en la tierra!

          También tenemos un conocimiento moral, es decir, un misterioso conocimiento intrínseco del bien y del mal; un complejo sistema de valores morales. Junto con esto tenemos una conciencia, un tipo de magistrado independiente dentro de nosotros, que a veces se opone a nuestro comportamiento, en contra de nuestros deseos. Podemos intentar explicar esto y suponer que ha sido programado en nosotros por las leyes de alguna sociedad del pasado, pero desde que hay historia humana registrada hemos tenido este conocimiento de estándares profundamente arraigado y la conciencia nos ha molestado.

          Puede probar los estándares universales de la conciencia observando su funcionamiento desde un punto de vista internacional. Incluso las naciones más ingobernables reaccionan con una indignación justa ante los crímenes de otras naciones.

          Pero aunque la conciencia posee el poder de  inquietarnos a todos, no tiene el poder de reformarnos. A menudo nos causa sufrimiento; sin embargo, no conseguimos vivir con base a sus estándares. Cada vez que intentamos mejorar nuestras vidas, pasar página y avanzar para convertirnos en el tipo de personas que la conciencia nos dice que deberíamos ser, fracasamos.

          ¿Cómo se puede explicar esto? ¿Tenemos el conocimiento del bien y del mal, pero no podemos vivir conforme a ello? Solo existe una explicación en todo el ámbito de la literatura y es la explicación que se da en la Biblia. Originariamente, Dios creó a la humanidad a su imagen, pero esta se rebeló y se apartó de Dios. Dios plantó en el ser humano estándares morales, pero ahora la humanidad caída no puede cumplirlos.

          El hombre está claramente diseñado diferente a los animales. Desde luego tiene en común muchas características biológicas, pero en cuanto tomamos en cuenta la razón y la conciencia, sin mencionar otras facultades únicas, nos damos cuenta de que el hombre es completamente diferente.  Aquellos que están dedicados a encontrar un descendiente común entre el hombre y los monos, se aferran a cualquier indicio de algún descendiente intermedio fosilizado (un “mono avanzado” o un “hombre inferior) para cubrir el vasto abismo entre ambas especies, pero jamás han encontrado tal criatura. De vez en cuando, las noticias sensacionalistas afirman tal descubrimiento, basándose en el descubrimiento de unos pocos fragmentos de huesos, pero en muy poco tiempo se desacredita la declaración y se abandona. Si hubiera un descendiente entre los monos y el hombre, habría miles de fósiles intermedios, pero el registro de fósiles no dice nada al respecto.

          Hemos mencionado distintas características de los seres humanos y entre ellas está el fenómeno del lenguaje. No el uso primitivo de gruñidos y chillidos, sino un poder inmenso intrínseco para dominar vocabulario, gramática y sintaxis desde la infancia. El complejo equipamiento cerebral que se requiere para esto no se puede encontrar ni siquiera en los monos más avanzados.

          La singularidad de los seres humanos no puede ser seriamente negada o desafiada, y esto refuerza la existencia de un diseñador divino con un propósito para el hombre.

          Hasta ahora solo hemos echado un vistazo a dos argumentos para ayudar la fe. En realidad existen muchos más que los cristianos han utilizado a lo largo de los siglos para ayudar aquellos interesados en la fe cristiana.

           El apóstol Pablo escribió: “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto,  pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo,  siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” (Romanos 1:19-20)

          En otras palabras, las maravillas de una creación claramente diseñada confirman nuestro instinto más profundo de que Dios está ahí.

          Sin embargo, la pregunta “¿Cómo puedo estar seguro de que hay un Dios?” solo será respondida completamente por medio de una experiencia personal de Él, y esto es lo que la conversión nos da.

          La conversión es un cambio profundo en nuestras vidas que tiene lugar cuando una persona busca y encuentra a Cristo el Salvador. Él vino a la tierra a sufrir el castigo del pecado por aquellos que confían en Él. La conversión satisface nuestras necesidades más grandes, es decir, nos da perdón de pecado, una vida y naturaleza completamente nuevas, y unión con Dios. Nos cambia de forma que conocemos al Señor y probamos su fidelidad de una forma inequívoca.

          ¿Cómo puedo estar seguro de que hay un Dios? Solo experimentando su obra en mi vida Para encontrarle debo desear la conversión. Debo estar dispuesto a reconocer mi pecado y mi fracaso, y a arrepentirme humilde y verdaderamente. Debo poner sinceramente mi confianza en la muerte expiatoria de Cristo en la cruz, y entregarle mi vida.

          Dios es galardonador de todos aquellos que le buscan ferviente e incondicionalmente, les da seguridad de que Él está ahí. Por el bien de nuestra alma eterna, debemos buscar fervientemente conocer a Dios. Conocerle, a través de la confianza en Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, es satisfacción, paz, propósito y vida eterna.