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El que nuestro nombre aparezca en éste sumamente magnífico registro de la gracia no puede comprarse, ganarse o heredarse. ¿Cómo podía Pablo estar tan seguro de que el nombre de sus colaboradores estabas escritos allí? “La seguridad eterna”, que se predica ampliamente hoy en día está peligrosamente mal, pero la seguridad de los que perseveran está asegurada por el libro de la vida.