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El fervor o celo por el Señor (literalmente “calor”) es un don de la conversión. Pero este fuego interior de pasión por Cristo, de santidad y por almas es fácilmente apagado. El mensaje presenta de dónde proviene, sus objetivos, como se adapta a la personalidad, y los medios por los que se erosiona o aviva en nuestros corazones.