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En Corinto, Pablo y los misioneros que le acompañaban tuvieron reiteradamente grandes alientos, algo que ocurre a todos los siervos fieles de Dios. En primer lugar analizamos su constancia y tenacidad, después vemos la provisión de un trabajo, hogar, colaboradores, un lugar para reunirse, certeza y (en Corinto) una paz especial sin violencia.