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La carta de Pablo a una iglesia joven comienza con los once signos que muestran que las
personas son verdaderamente elegidas y salvas. Pablo puede regocijarse por los
tesalonicenses, pero ¿podría hacerlo por nosotros? ¿Y podemos encontrar hoy en día estos
signos reflejados en las congregaciones que profesan ser cristianas? ¿Tenemos de qué
regocijarnos?