Probablemente el último y más edificante salmo de David que contiene estándares para sus sucesores, pero que principalmente se eleva a la profecía mesiánica. Aquí se detalla del carácter, la extensión y los frutos del reino de Cristo usando vívidas ilustraciones exclusivamente cumplidas por “el único que hace maravillas”.

Huyendo de Saúl en el desierto de Zif, la búsqueda por tener comunión de David es recompensada, y este salmo nos revela los pasos que tomó en cuatro encabezados claros: 1. Su anhelo por ello (los medios), 2. Su dedicación a la alabanza (incluyendo la analogía del festín), 3. Su dependencia y 4. El elemento de anticipación.

Compuesto cuando David se encontraba en la cúspide de su poder, el salmo mira atrás al desastroso reinado de Saúl y la causa de ello para ayudar a la gente a valorar sus bendiciones presentes. Para nosotros es a la inversa: recordar bendiciones evangélicas pasadas significa que se abandonen nuevas metodologías y se confíe solamente en la Palabra.

David presenta su aterradora situación al Señor, pero no sin antes reafirmar su confianza en las promesas y el poder de Dios, un antídoto vital para que evitemos quejarnos de forma autocompasiva en vez de ofrecer oraciones con fe. El mensaje nos presenta las lecciones que nos brinda su gran ejemplo para conquistar al miedo o la insatisfacción.